Dejando atrás los aires de acordeones que evocan La Paz, y siguiendo la brújula que nos indicaba hacia los caudales del río Cesar, los piragueros tomamos el camino de los miles de puentes y vigilados por la Sierra Nevada recorrimos los antiguos campos algodoneros que en otrora le dieron grandeza al departamento del Cesar, hasta llegar a la tierra del mejor arroz del mundo en Badillo.
A treinta minutos de Valledupar se encuentra el corregimiento de Badillo, famoso por la increíble historia del robo de la custodia de su iglesia que inmortalizó el maestro Rafael Escalona en su canción, La Custodia de Badillo. Allí en la institución educativa Antonio Enrique Díaz Martínez fuimos recibidos por 25 estusiastas pescadores y pescadoras de historias, además de cinco docentes que con mucha dedicación hicieron que el taller se pudiera desarrollar de manera impecable. Badillo es un pueblo que vivió la bonanza algodonera, recibió como regalo la semilla del arroz, lo que transformó la vida de los badilleros; alrededor de este cereal, su gente creó toda una cultura, una forma de ganarse la vida, pero luego del paso del conflicto armado y el actual problema de la tierra, hoy en día el arroz como cultivo está en peligro de desaparecer.
Famoso es su perrero, una especie de látigo que al ser agitado emite un sonido parecido al de los cohetes que logra espantar a las aves que amenazan con comerse el cultivo del arroz. No menos importantes son sus piloneras, mujeres que a fuerza y experiencia pilan el arroz de la manera tradicional.
En el taller tuvimos la visita de dos sabedores que resumen el sentir del badillero, el primero el señor Jairo Manjarrés, campesino, ganadero, compositor afrodescendiente guardián de la tradición del perrero. Desde un diálogo en el que se rescató la elaboración y uso del perrero, pescadores, pescadoras y docentes aplicaron principios investigativos y se analizaron maneras de cómo llevar el saber tradicional al conocimiento académico. La segunda, la señora Josefina, quien llevó su viejo pilón y realizó una demostración de cómo se pila el arroz de la manera tradicional, incitando a los niños a practicar este oficio, ya que ella ve con preocupación cómo su arte está a punto de desaparecer.
Badillo fue una tierra grata, con una institución que demuestra amor por sus estudiantes y su pueblo, los pescadores y pescadoras demostraron que pertenecen a una tierra de pescadores e historias; en nuestros oídos aun retumba el sonar explosivo del perrero, el golpe certero del pilón y los relatos de los tiempos en que no existía la luz eléctrica y el arroz se llevaba en burro hasta Valledupar.
Por: Edgar Deluque Jácome.